UN DIBUJITO INOCENTE.
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En el Taller de Integración, dictado en el ciclo de profesorado 2010, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNCuyo, nos piden que analicemos el dibujo realizado por una alumna de 9º año de una Escuela Estatal localizada en el Gran Mendoza. El dibujo se lleva a cabo debido a una consigna dada, en el cual se debe realizar una representación sobre el presente de la estudiante en la escuela.
En el dibujo se pueden visualizar los elementos que representan la institución educativa. Inmediatamente puede verse en el dibujo la similitud de la escuela con una prisión. Así, puede observarse como la joven por medio de un cartel coloca como nombre del “prisión”. También, podemos analizar la semejanza de la escuela con la prisión, ya que viste a una alumna como si fuera una persona en condición de encierro. Además, todos los espacios tienen rejas.
Algo llamativo del dibujo es cómo dibuja a una chica que, dentro de todo ese encierro, sonríe. Puede verse sobre la escuela una nube gris que arruina el paisaje y el día escolar. También, visualizamos en el dibujo a una persona que se encuentra en el exterior y muestra el encierro que siente la alumna dentro de la escuela. El dibujo se completa con las palabras que escribe la estudiante en el pie de página, donde aclara que ella es libre, pero tiene que ir al colegio y que a pesar de sus ganas de seguir estudiando, sigue siendo un lugar que ella considera una cárcel”.
Consideramos que mediante éste dibujo, la joven está expresando la sensación de encierro que le hace sentir la escuela y que no le queda otra que vivir esa realidad diariamente, ya que está obligada, sentenciada a estudiar en un lugar como ese.
La imagen es clara en cuanto a la falta de contención y felicidad que les trasmite la institución escuela, por lo menos a ésta estudiante. Una falta de incentivo y motivación vinculada a una ausencia de acompañamiento de la situación que experimentan los alumnos que pasan de 9º a 1º año del Polimodal.
Aquella representación sobre la escuela, nos hace reflexionar sobre el cambio que debe tener aquella “escuela tradicional” hacia una “escuela liberadora”. Es decir, una escuela que cree un ambiente político dentro y fuera de la escuela, que propicie el desarrollo de un pensamiento crítico a partir de la práctica sistemática de la reflexión y el debate crítico, que enseñe sobre valores y derechos democráticos, que logre superar la división existente entre estudiante-profesor y que tome conciencia de la realidad en la que se desenvuelven sus prácticas educativas.
Por lo argumentado anteriormente, es que pensamos que la escuela debe cambiar de actitud. Así, las nuevas generaciones que pasen por los distintos establecimientos educativos puedan lograr estudiar sin tener esa sensación de encierro, que los hace perder la motivación hacia los conocimientos y la propia resiliencia de cada uno de ellos.
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